Claves de la pérdida de hueso dental y su recuperación

 

Una de las principales consecuencias de la desaparición de dientes es la pérdida de hueso dental. Al cabo de pocas semanas, el proceso de destrucción comienza, y cuanto más se tarde en reemplazar los dientes, mayor será la degradación del hueso.

Hay que tener en cuenta que el hueso está en constante evolución, gracias al estímulo de la actividad bucal. La masticación influye en que la masa ósea se regenere, pero esa característica se pierde en los espacios sin dientes porque al desaparecer la raíz, se anulan las señales que mueven a reconstituir el hueso. Como resultado, la densidad ósea se disuelve, primero en anchura y finalmente en altura.

Por ello, cuando las personas acuden a que se les coloquen implantes para reemplazar los dientes perdidos, a menudo nos encontramos con que es necesario ayudar artificialmente a la recuperación del hueso. Las circunstancias de pérdida de masa ósea son completamente individuales. Si bien sabemos que a partir de los dos meses empieza el deterioro, la deriva varía en cada persona. Lo que está claro es que cuanto antes acudamos a recibir el tratamiento para restituir la salud en nuestra boca, más sencillo y menos costoso será el proceso.

De hecho, los especialistas en implantología oral nos encontramos con un elevado porcentaje de pacientes que precisan someterse a una reconstrucción ósea previa antes de colocarse los implantes. La buena noticia es que no hay prácticamente casos en los que no sea posible regenerar el hueso para instalar después las piezas artificiales. El proceso de reconstrucción tendrá más o menos complejidad, pero podrá llevarse a cabo con éxito.

Antes de abordar la reconstrucción de masa ósea, será necesario realizar un escáner previo que nos indique la gravedad de la pérdida y las técnicas más adecuadas para recuperar el hueso, teniendo en cuenta también la ubicación de los dientes perdidos. Dichas técnicas son variadas, y van desde la utilización de biomateriales que mezclados con plasma del paciente regenerar la masa ósea, hasta la aplicación de injertos del propio paciente o la elevación de los senos (maxilar o nasal).

Hoy día, la gran mayoría de los injertos se obtienen de la boca del individuo, de zonas internas como el mentón, que no dejan ningún tipo de secuela externa. En casos en los que no es posible, los injertos se toman de la cadera. Ocurre cuando la cantidad de hueso necesaria en muy grande, y las otras áreas de la boca no pueden proporcionarla. En la web de Clínica Bustillo pueden consultarse varios casos de estudio relacionados con diferentes ejemplos de reconstrucciones óseas:

  • Reconstrucción ósea mandibular.
  • Injertos de cadera.
  • Reconstrucción maxilar compleja con el recurso a diferentes técnicas.
  • Injertos en bloque de la propia boca.
  • Regeneración ósea guiada.

La reconstrucción obliga a que sea necesario un tiempo de consolidación de la nueva masa ósea. Por lo general, se trata de un período de 4 a 8 meses en el que no hace falta que la persona se quede sin dientes. Se pueden colocar implantes provisionales o prótesis, de acuerdo con las condiciones particulares de cada uno, a la espera de la inserción de las piezas definitivas.

En principio, la reconstrucción ósea es tan duradera como la vida de un implante. De nuevo, su pervivencia estará asociada a la salud bucal del paciente. Como ya hemos señalado, la aparición de la enfermedad periodontal o la periimplantitis, asociadas a causas congénitas y, sobre todo, a malos hábitos de salud, pueden influir en un fracaso del proceso de regeneración a largo plazo.